¡Dominguers! ¿Qué tal anda
vuestra relación con la muerte?
Hay quien la teme, quien la
venera y quien la desea. Pero también existe gente que siente una
absoluta indiferencia hacia todo lo relacionado con ella. Existe
quien prefiere no pensarla, pero también quien no sabe sentirla, lo
cual a veces puede resultar peligroso.
Se ha hablado de ella largo y
tendido en literatura, cine, teatro, música… y es que la muerte es
tan anciana como la vida. De mil y una formas, a través de una
disparidad tremenda de sensibilidades, miles de autores han dedicado
sus obras a La Parca y todas las emociones, sensaciones y
pensamientos que la rodean.
En mis adorados, añorados y
probablemente mitificados años 90, Nacho Cerdà (el
perpetrador de ese atentado contra esas multisalas frías y sin alma
que siguen ayudando a cerrar nuestros cines de toda la vida llamado
Phenomena, toda una reivindicación en forma de sala de cine
que, si no conocéis – que lo dudo – ya estáis tardando en
visitar) presentaba al mundo su trilogía de cortometrajes sobre la
muerte, destacando entre ellos su segunda entrega Aftermath,
que es ya una pequeña pieza de culto para los amantes del gore. En
ella, Cerdà nos muestra la cara más oscura, truculenta y
perturbadora del ser humano a través de los ojos del trabajador de
una morgue con unos gustos algo particulares, puesto que cuando nadie
le ve se dedica a sacarle punta al lápiz con cadáveres aún
calentitos, no sin antes machacar y mutilar los cuerpos. Por si la
necrofilia y el desfile constante de perrerías (esta frase cobrará
un nuevo sentido para vosotros cuando acabéis de ver el corto) que
nuestro querido e hijoputesco protagonista (magníficamente
interpretado por Pep Tosar, un clásico de la ficción televisiva
catalana) les hace a los cuerpos no fueran suficiente, no contento
con ello se dedica a tomar instantáneas del momento y otras cosas
bonitas con las que ya os toparéis...
¿Puede un cadáver, un cuerpo
inerte, sufrir la deshonra y la degradación? ¿O ya es solo un
recipiente vacío? Esta y otras preguntas nos plantea Cerdà
en éste incómodamente realista cortometraje en el que la necrofilia
es protagonista.
Técnicamente los encuadres, la
iluminación… están estudiados al dedillo, con la simetría como
gran protagonista y esos característicos zoom in y zoom
out que nos conducen a través de los pasillos del depósito
(repelús pensar que por esos pasillos han circulado los cadáveres
de algunos de mis familiares… reconocí enseguida los subterráneos
del Clínic en algunos planos, si mi memoria gráfica no me falla).
Pero si algo cabe destacar de entre todas las bondades técnicas de
la cinta, ese es el brutal y sorprendente trabajo de la mítica
compañía DDT Efectos Especiales, quienes 12 años después
se harían con el Oscar a mejor maquillaje por su trabajo en El
Laberinto del Fauno del magnánimo Guillermo del Toro,
y que han trabajado con realizadores como Jaume Balagueró,
Álex de la Iglesia y un larguísimo etcétera, afianzándose
como la empresa de efectos especiales pionera en España e
introductora de materiales que antiguamente solo se podían localizar
al otro lado del Atlántico. Animatronics, prótesis, máscaras… y
moldes de cuerpos enteros como los de los cadáveres de Aftermath,
los cuales dotan al cortometraje de ese espeluznante realismo, son
muestra de un trabajo de artesanía solo al alcance de muy pocas y
privilegiadas manos. ¡Larga vida a los efectos artesanos y larga
vida a DDT!
HAIL SEITAN!
Óscar Lladó
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