No podía faltar en esta sección el Superman español, un clásico de la serie Z engendrado para aprovechar descaradamente el tirón que tuvo la peli de Richard Donner. Y con un maestro del género como Juan Piquer Simón al mando (el mismo que años después dirigiría las notables Mil gritos tiene la noche y Slugs, muerte viscosa) pues está claro que la cosa promete.
En ésta maravilla trash, un extraterrestre es enviado a nuestro planeta para protegernos y salvar a alguna que otra doncella, siendo sus némesis un villano poseedor de una amplia guarida y un robot-cafetera cutre que se presupone más temible que cualquier Terminator pero que, en la práctica, da más vergüenza ajena que un capítulo de Las Campos. Además, nuestro héroe Supersonic Man cuenta con el poder de las galaxias ( debe ser pariente de “el guardián de las estrellas”, el colgao aquél que decía aquello de “el rey es mi padre” ), al que accede cómodamente por medio de su reloj Casio de pulsera, incluso debajo del agua. Su uniforme infunde un respeto atroz con el predominio del rojo y el azul y una máscara cegadora llena de purpurina. Entre sus súper habilidades se incluyen el vuelo, una fuerza sobrehumana y la memorable capacidad de hacer desaparecer objetos o de transformarlos en comida (como la mítica escena en que transforma una pistola en un plátano).
Mención especial para la espectacular musiquilla discotequera machacona que acompaña a Supersonic Man cada vez que realiza su transformación. El anticlímax en estado puro, horterismo pasado de vueltas y cachondeo garantizado.
Difícilmente puede tomarse en serio este descomunal despropósito que navega entre la parodia del cine de superhéroes y los chistes sin puta gracia (cada aparición del personaje del borracho con el perro salchicha garantiza un intento de gag fallido). Las carcajadas provienen más bien de las situaciones hilarantes que se contemplan en el film y la fotografía es digna de porno setentero. Por supuesto, ninguna de las interpretaciones se salva de la quema.
Merece la pena resaltar la escena en que nuestro responsable superhéroe utiliza sus poderes para robar una botella de champán a un chef en su propio restaurante con la única finalidad de mojar el churro. Simplemente, brillante.
Estamos ante un producto infame pero también entrañable. Un pastiche cutre de explosiones, efectos visuales imitando Star Wars con más pena que gloria, excavadoras de cartón, robots de Nespresso e incoherencias argumentales por doquier. Pero acaba dando igual porque Supersonic Man te devuelve a tu infancia más kitsch e ingenua…y sin resaca.
Aureli Del Pozo
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