Dominguers! Estamos en la recta final del año, a días de esa
maldita noche de fin de año. Todo lleno de niñatos borrachos, los
(y las) hipócritas que no te saludan por la calle y te felicitan el
año, las aglomeraciones en todas partes… una noche en la que, no
sé a vosotros, pero a mí me surge mi lado más antisocial. Nada
mejor que quedarse en casa… ¿no? Con esos casposos especiales de
fin de año grabados en la televisión, en los que los Chayannes
y las Malús de turno se dedican a esparcir el sida sonoro…
No os preocupéis, que tenemos un planazo… ¿Quién podría
resistirse a un slasher ochentero distribuido por la gloriosa
Cannon, ambientado en la noche de fin de año y repleto de
extravagantes actuaciones de bandas New Wave? Entre el público, lo
mejor de cada casa: punkys navajeros, yonkis espasmódicos, primos
yankees de Alaska y Almodóvar… Con todos estos elementos, casi es
secundario que estemos hablando de un slasher montonero, sin
misterio, predecible, apenas sangriento y con algunas de las
actuaciones más chungas del subgénero (que ya es decir). Aún con
todo, el resultado final es perfecto para bañarse en litros de
alcohol junto a tus colegas y subir el volumen a tope cuando entren
en acción las CANCIONACAS. Hay de todo, da para ponerse épico, para
hacer pogos en el salón de tu casa y hasta para bailar un pegadito
arrimacebolletas. Viva el mal, viva el capital.
Dejando de lado sus ¿bondades? musicales, la historia se centra
alrededor de la presentadora de la gala, en la que las actuaciones se
combinan con llamadas en directo. En una de ellas, un tipo con una
voz distorsionada usando algún aparato del “todo a 100” le avisa
de que va a cometer un asesinato cada vez que suenen las campanadas,
uno por cada huso horario. Algo en el interior de la presentadora le
dice que no se trata de ningún farol y avisa a la policía.
Paralelamente, vemos desde el minuto cero como el asesino (a cara
descubierta) comienza su tímida minimasacre mientras la policía
desarrolla su profundísima investigación sin moverse del puto sitio
hasta llevarnos al ¿giro? final, más predecible que el argumento de
una porno. ¿Cómo se consigue que semejante argumento de mierda no
solo se sostenga si no que, además, enganche y deje un poso de
relativa satisfacción pese a estar posiblemente ante uno de los
espectáculos más bochornosos que el género punzante proporcionó
durante su era dorada? Aunque el sello de Cannon Films no
aparezca por ninguna parte, tras la producción estaban dos de las
personas con mejor ojo para fichar esos productos de dudosa calidad
(con toda la relatividad que el término conlleva) pero sumamente
entretenidos: Menahem Golan y su primo Yoram Globus. En
ese sentido, Fin de Año Maldito es puro Cannon
y eso explica que inexplicablemente nos mantengamos pegados a la
pantalla a pesar de saber de antemano qué y cómo va a ocurrir.
Así que ya sabéis, a tomar por culo las uvas: chupito de
Jägermeister por campanada y luego a darle al play. ¡Planazo
asegurado!
HAIL SEITAN Y A LA
MIERDA 2017!
Oscar Lladó
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