¡Dominguers! Estamos en plena Semana
Satán, con lo cual sería obvio que hoy os trajera una recomendación
relacionada con esta maravillosa festividad en la que las calles se
llenan de gente que llora cuando llueve… ¡PERO NO! Mejor vamos a
romper con el inexplicable hecho de que, tras 36 baños de sangre,
aún no haya reseñado nada de la factoría de la cara chistosa más
entrañable del cine trash, nuestro querido Lloyd Kaufman,
fundador y cabeza pensante de Troma Entertainment.
Como todas las películas de la Troma,
el título que hoy os traemos también debe pasar por el filtro de la
contextualización, en el sentido de saber en todo momento en qué
jardín nos estamos metiendo. Es común ver/oír comentarios
negativos de mucha gente respecto a películas como El Vengador
Tóxico, dándole un tratamiento de película de primera
categoría que demuestra que no pasan ese filtro que os comentaba
anteriormente. Mutantes en la Universidad no iba a ser
menos. Ya sabemos lo que nos encontraremos en los títulos propios (y
en otros tantos bajo su distribución) de la Troma en aquella
época, la fórmula de su éxito: gore, humor zafio (y a ratos
estúpido), sexo y caos. ¡No podíamos pedir más para un Baño de
Sangre!
La trama nos hace viajar, cómo no, a
Tromaville. En su central nuclear (situada convenientemente al lado
del instituto) ocurre un accidente que es cubierto por su director,
el cual causa una filtración en el agua que acaba matando al gilí
(gracias Homer) de la clase de nuestros querid(ísim)os
protagonistas. En el instituto reina el caos gracias a una panda de
punks que, aparentemente, se volvieron chungos por los efectos
directos de la radioactividad: los Cretins, unos malotes que te cagas
los cuales venden una hierba (¡A 10 PAVOS EL PORRO! ¡HIJOS DE
FRODO!) cultivada en los jardines de la central. Así pues, nuestra
querida pareja de vírgenes protagonista (interpretados por Janelle
Brady y Gil Brenton) fuma de la hierba atómica del averno
y se ponen irremediablemente cachondos. Tras la mágica noche,
empiezan a tener alucinaciones que terminan siendo reales: esos
cabrones de los Cretins les han envenenado.
Todo lo que viene después va de la
vergüenza ajena a lo épico en cuestión de segundos: punks
desatados, láseres, la aparición de un “casi Toxie”, motos en
el instituto, un monstruo radioactivo, madres decepcionadas con sus
hijas, profesoras de alemán que se convierten en punks por un beso,
cráneos atravesados y algo más de hierba atómica. Y sangre, claro.
Sangre y destrucción también. Aunque no en tanta medida como en
otras producciones propias de la Troma.
En definitiva, el imprescindible inicio
de una saga que se ha acabado caracterizando por los altibajos, una
película de institutos problemáticos con el filtro de la Troma, con
un alto porcentaje de comedia teen propia de la época. Una
gamberrada irregular que, a día de hoy, tiene algunas escenas
molestas (por aquello del consentimiento y tal), pero en general muy
disfrutable en el contexto y momento adecuado. Un pilar básico para
entender quién fueron y son ese par de locos llamados Lloyd
Kaufman y Michael Herz.
HAIL SEITAN!
Óscar
Lladó
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