Hello, Dominguers! Es hora de ponerse el bombín y preparar el té, porque llega una nueva entrega de The British Corner.
Son muchas las películas cómicas que a través de ésta sección del blog os he ido recomendando. En los más de dos años que llevo reseñándoos cultura británica, por aquí han ido desfilando cómicos de la talla de los Monty Python, Peter Sellers, Charlie Chaplin...
Pero la última semana caí en que, hasta ahora, no habíamos hablado de uno de los cómicos más influyentes de las postrimerías del siglo XX en el Reino Unido: ROWAN ATKINSON. Y éste nombre, indudablemente, va ligado per secula seculorum a su personaje más archiconocido, todo un símbolo británico y un grandísimo orgullo para el país: hablamos, cómo no, de MR. BEAN.
Infantil, anárquico, bobalicón, noble... Fue el 1 de enero de 1990 cuando por primera vez la BBC mostraba a los ciudadanos a aquél extraño tipo que, como Juan Palomo, él se lo guisaba y el se lo comía. Pronto la popularidad de Mr. Bean se extendió allende el Canal de la Mancha, llegando a muchos países del mundo (¿quién no recuerda aquellas tardes de sobremesa de domingo viendo a Mr. Bean en la TV3 catalana?). El brutal éxito de la serie hizo que se decidiera dar un paso más allá y probar suerte en formato largometraje, dando lugar a la primera aventura del personaje en la gran pantalla, que dicho sea de paso es la película sobre la que vamos a tratar hoy: BEAN.
Bean es una producción británica-estadounidense del año 1997, catalogada como comedia y dirigida por Mel Smith. La trama podría considerarse como un episodio habitual de la serie televisiva pero de larga duración, y con el añadido de que también se le da especial relevancia a otros personajes aparte del principal.
Si bien en la serie nunca se nos ha especificado a qué se dedica laboralmente Mr. Bean, en la película se nos desvela que es vigilante de seguridad en la Royal National Gallery de Londres. Allí, el Consejo Directivo muestra una gran preocupación por el desempeño de Bean en sus labores porque, obviamente, no es el resultado esperado... Pero el director del museo (Sir John Mills) no tiene la misma opinión acerca del muchacho, al que considera un magnífico trabajador.
Además de la papeleta de Mr. Bean sobre la mesa, los directivos de la Royal National Gallery tienen un encargo muy importante: desde Estados Unidos, la Grierson Art Gallery de Los Ángeles (a diferencia de la Royal National Gallery, ésta se trata de una galería de arte ficticia) ha mandado un correo en el que les informa de que gracias a la generosa donación del General Newton (Burt Reynolds) han podido comprar al Musée d'Orsay de París una de las obras cumbre de la pictórica estadounidense: el cuadro Whistler's Mother, y desearían que para tan magno acontecimiento enviaran desde Londres a un representante altamente cualificado, no sólo para el momento de la inauguración si no también para los posteriores dos meses de conferencias.
Y es así como, en un desesperado intento por deshacerse de él (al menos durante un tiempo), el Consejo Directivo de la Royal National Gallery decide enviar a Los Ángeles a Mr. Bean. David Langley (Peter MacNicol), mano derecha del director y propietario de la galería, George Grierson (Harris Yulin), decide apostar fuerte por Bean para la presentación en sociedad del cuadro, ganándole la partida a la relaciones públicas del museo, Bernice Schimmel (Sandra Oh), que apostaba por Jon Bon Jovi.
No conforme con eso, Langley decide que el "Doctor" Bean debería alojarse en su propio hogar, una idea que no entusiasma mucho ni a su mujer Alison (Pamela Reed) ni a sus hijos Kevin (Andrew Lawrence) y Jennifer (Tricia Vessey). Y puede que tengan razón, quizás no sea muy sano meter en tu casa a un tipo que cree que en Estados Unidos todo quisque va armado por la calle, algo que le acarreará ya problemas nada más aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles...
Ver algo de Mr. Bean, ya sea un capítulo o una de sus películas, es garantía de risa asegurada. Además "Bean", su primer largometraje, cumple totalmente con las expectativas de los fans más incondicionales y acérrimos del personaje (entre los que me incluyo). Fresca, dinámica, situaciones disparatadas que se van sucediendo constantemente... No se le puede poner un pero a la película. Hora y media para reír a mandíbula batiente. ¡Por cierto! Si alguna vez os dejáis caer por París, no dejéis de ir al Musée d'Orsay: en sus salas podréis encontrar realmente el cuadro "Whistler's Mother".
Y aquí está el tráiler, como es habitual:
Nos leemos en la próxima entrega. Ta-ra, lads!
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