Domingos, domingas… hoy es el día en que más de uno quisiéramos estar en EEUU para celebrar Halloween en todo su esplendor, pero como somos unos pobres bloggers muertos de hambre estamos aquí. Y currando. Pero bueno, nos queda el consuelo de transportarnos a otros mundos a través de nuestro amado cine.
Si fuera actor y tuviera 20 años más, probablemente me fliparía trabajar con Fulci. Es un dos por uno: estás trabajando y además estás sufriendo las perrerías más brutas que se te puedan pasar por la cabeza, como una casa del terror a un nivel extremo. Las maravillosas ideas del director para hacer sus películas tan brutalmente atractivas conllevaba hacer sufrir a los actores tanto o más que los personajes que interpretaban, llevándoles en muchos casos al límite. Y no hay mayor ejemplo de ello que su “trilogía” de las puertas del infierno. Es imposible enfrentarte a cualquiera de las tres películas (Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes, El Más Allá y Aquella Casa al Lado del Cementerio) sin que se te quede al menos una escena de cada una de ellas grabada en la retina. Por algo el tito Fulci compartía el título de “Godfather of gore” con Herschell Gordon Lewis, ¿no?
Cada una de las tres películas de esta trilogía (que nada tienen que ver entre sí, más allá de que el argumento de cada una de ellas ronda alrededor del mito de las siete puertas del infierno) es una maravilla a su manera, pero como allhallow’sevees para un servidor día de ver por lo menos un título de zombies, que mejor que haceros una pequeña reseña de una de las mejores películas de la historia del género y el título que abre la trilogía… aunque no sea una película de zombies al 100%. Si no la has visto ya estás tardando. Sirva esta reseña, libre de spoilers, para convencerte de ello.
Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes (“PauraNellaCittàdeiMortiViventi”) siempre ha estado a la sombra de El Más Allá entre los aficionados al género. Bien valorada, pero siempre por debajo de la considerada por muchos como la obra maestra de Fulci. Para mí siempre ha estado por encima de los otros dos títulos de la trilogía, y su revisionado no ha hecho más que confirmarlo: estamos hablando de uno de los mejores títulos de Fulci (para un servidor, el mejor junto a El Destripador de Nueva York), con un guion genial y un ambiente que se enrarece a medida que avanza el metraje para culminar en un final que es simplemente perfecto, a pesar de ser, según las malas lenguas, un error que arreglaron como buenamente pudieron durante el montaje.
La historia da inicio con una sesión de espiritismo en la que KatrionaMaccoll se va al otro barrio, no sin antes haber visto cómo un cura se suicidaba en un cementerio en Dunwich (en claro homenaje a Lovecraft y su relato “El Horror de Dunwich”), provocando que se abra una puerta al infierno. De repente, en el pequeño pueblo comienzan a ocurrir cosas horribles, hecho que hará que el reportero Peter Bell (interpretado por Christopher George) comience una carrera contrarreloj para cerrar el acceso al inframundo.
A lo largo de su metraje encontramos situaciones memorables que son ya historia del terror. Aunque no hayas visto la película, si eres aficionado al género habrás visto, en algún momento de tu vida, la escena con un jovenzuelo Michele Soavi en un coche con una actriz que interpreta a su pareja, la cual empieza a vomitar sus propios intestinos. Y no, no hablamos de intestinos de atrezzo; hablamos de vísceras de cordero compradas en la carnicería de la esquina, todavía tibias. Si antes hablábamos de cómo Fulci llevaba al extremo a sus actores y actrices, Daniela Doria (la sufrida actriz que interpretó ésta escena) es el mejor ejemplo de ello, puesto que también muere de forma horrible en otras películas del mítico realizador como en El Gato Negro, El Destripador de Nueva York y Aquella Casa al Lado del Cementerio. Otro gran ejemplo de éste hecho es la escena en que 10kg de gusanos entran volando por la ventana. ¿Para qué usar gusanos de atrezzo, con todo el trabajo de artesanía que supondría, pudiendo utilizar gusanos de verdad? Lucio Fulci: genio y figura.
Esos característicos ultra primeros planos de los ojos son marca de la casa, al igual que esos travellings y zooms. La obsesión de Fulci con no esconderle nada al espectador es lo que le lleva a crear algunas de las secuencias de gore más memorables de la historia del género, y precisamente éste título es un gran ejemplo de ello. Reflejos y resquicios de otras épocas en que la artesanía primaba sobre el CGI, y encima todo regado con una exquisita banda sonora del genio Fabio Frizzi, que está tristemente de actualidad estos días debido a la cancelación de su concierto en Barcelona dentro del marco de la celebración del 50º aniversario del Festival de Sitges.
En definitiva, uno de los trabajos más completos y disfrutables del poeta de lo macabro, el cual siempre utilizo para recomendar a quien no conoce la obra del realizador italiano ya que sirve como puente (junto a El Más Allá y Angustia de Silencio) a otras de sus obras, quizás más densas y con un ritmo narrativo más lento en algunos casos. Esto, dominguers, es Serie B para gourmets.
Y recordad que hoy os picarán a casa niños disfrazados, antes los que tenéis varias opciones, que van desde no abrirles la puerta hasta cerrársela en la cara, pasando por la maravillosa opción de hacer coles de Bruselas y cebollas cubiertas de caramelo para que se piensen que es una golosina. Se llevarán una maravillosa sorpresa, y así también ayudarás a que la juventud coma verduras. Esto restará tiempo de vuestra condena de servicios comunitarios, seguro.
Happy Halloween &HAIL SEITAN!