sábado, 11 de noviembre de 2017

Festival de Cine de Terror de Molins de Rei - Sesión inaugural

Ready, aim, fire!

Arranca de nuevo el Festival de Cinema de Terror de Molins de Rei, una de nuestras citas festivaleras favoritas y totalmente obligadas de cada año. Y es que no solo hablamos de una programación tan buena como variopinta, sino de todo un cúmulo de factores que deberían convencer a cualquier aficionado al género de que visitar Molins cada año es obligatorio. No vamos a comentaros de nuevo todas las bondades de este pequeño gran festival, más que nada porque lo hemos hecho en infinidad de ocasiones como en este especial de Baño de Sangre y no queremos ser reiterativos, aunque diríamos una y mil veces lo que adoramos tenerlo tan cerca de casa.


La sesión inaugural nos traía, un año más, una premiere mundial con el gran estreno de la esperada Framed, debut en el largometraje (sin contar su participación en la antología de alumnos de la ESCAC, Los Inocentes) del joven realizador catalán Marc Martínez Jordán. Producida por el incombustible realizador y productor independiente Marc Carreté (co-director también del Sant Cugat Fantàstic) y protagonizada por un jovencísimo elenco de actores con algunas caras conocidas en la pequeña pantalla, como Àlex Maruny (Polseres Vermelles, Cites…) o Joe Manjón (El Internado).  


Arrancando con un curiosísimo mapping sobre dos estructuras de cajas de cartón, el leitmotiv de esta edición (Haneke or the Edge of Horror) daba paso a fragmentos y elementos de Framed para ponernos la miel en los labios. Pero antes le tocaba abrir la noche a Downunder, cortometraje del madrileño Fernando González Gómez.

Nuestro amigo Vicente Ruíz de León, director de uno de nuestros cortometrajes favoritos del año pasado, Una Historia de Violencia, se ha unido al director para coescribir el guion del largometraje de Downunder. De corazón deseamos que el proyecto llegue a buen puerto, pues el sabor de boca que nos dejó es, tirando de equivalentes culinarios, a comerte una buena hamburguesa: no es algo elegante, no es algo fino. Es grasienta, te ensucia las manos y es posible que te lleves algún manchurrón. Pero, cuando la acabas, te sientes jodidamente satisfecho.


Downunder es una road movie con innumerables bondades en apenas 20 minutos de metraje. Personajes bien definidos de los que es fácil encariñarse y querer saber más (especialmente el tan perturbador como simpático personaje de Niko Verona), humor negro y gamberro, gráficas y generosas escenas de violencia y un olor a polvo y arena destilando de cada fotograma que te lleva a viajar por las áridas carreteras de algún desierto estadounidense junto a sus protagonistas, sin olvidar una acertadísima banda sonora que proporciona momentos épicos como ese inicio con Earth, Wind & Fire y su mitiquísima September. ¿A quién no le gusta una buena y violenta comedia de carretera? Productores del país, si no apostáis por Fernando vais a dejar escapar un éxito asegurado.

Llegó, con el teatro de La Peni absolutamente repleto de gente, el momento del estreno de Framed, que nos plantea un futuro distópico cercano y escalofriantemente posible en el que un portal de streaming llamado Framed se ha convertido en uno de los medios de entretenimiento más populares del mundo, siendo el sexo y la violencia los componentes esenciales de los vídeos que consiguen más viralidad. Ese éxito lleva a que muchos usuarios intenten ganar popularidad con sus emisiones a toda costa, como el grupo de psicópatas que interrumpirá la fiesta de despedida de Álex (Joe Manjón), cambiando las distendidas charlas entre colegas por muerte y caos en streaming.


Lo cierto es que el debut de Marc Martínez en el largo tiene un claro target: las nuevas generaciones, los nativos digitales que crecen con ese deseo de popularidad e influencia en las redes sociales, algunos de los cuales (sin llegar a los extremos planteados) usan o usarían métodos cuestionables para alcanzar su objetivo. Además del tema entorno al cual gira la trama, el hecho de contar con un jovencísimo elenco hace de Framed una película con potencial comercial para ese sector de público, con las ventajas e inconvenientes que ello comporta. Y es que, para otros sectores del público a los cuales, sea por lo que sea, ese deseo de popularidad se escape de su comprensión, lo único que quedará será un home invasion salvaje, gamberro y festivalero que probablemente no deje ningún tipo de poso a pesar de proporcionar un rato de entretenimiento.  


Más allá de su guion, el verdadero potencial de Framed reside en su apartado técnico, especialmente en cuanto a fotografía se refiere. Yuse Riera ha hecho un trabajo excelente, proporcionando a la cinta una estética moderna y tecnológica gracias al uso del color y la luz de los neones, que a medida que avanza la cinta se va ensuciando y oscureciendo para hacernos pensar en Fede Álvarez, su reboot de Evil Dead y su exitosa Don’t Breathe. Gracias a ello, no identificarse o no conectar con la trama no hace de Framed un trabajo menos disfrutable, combinando el home invasion con el slasher, además de claros (aunque actualizados) componentes del teen horror entrando por la retina a través de esa atractiva y trabajada estética. Sus pinceladas de humor negro (si bien se echa en falta que Marc hubiera potenciado más esa faceta suya de retorcer aún más lo que ya es de por sí retorcido, tal y como hizo en su cortometraje Caradecaballo) y sus generosas dosis de gore también sirven de ayuda para ese cometido.

La fiesta no ha hecho más que empezar. ¡Nos vemos en Molins!

Óscar Lladó

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