Ready, aim, fire!
Arranca de nuevo el Festival de
Cinema de Terror de Molins de Rei, una de nuestras citas
festivaleras favoritas y totalmente obligadas de cada año. Y es que
no solo hablamos de una programación tan buena como variopinta, sino
de todo un cúmulo de factores que deberían convencer a cualquier
aficionado al género de que visitar Molins cada año es obligatorio.
No vamos a comentaros de nuevo todas las bondades de este pequeño
gran festival, más que nada porque lo hemos hecho en infinidad de
ocasiones como en este especial de Baño de Sangre y no queremos ser
reiterativos, aunque diríamos una y mil veces lo que adoramos
tenerlo tan cerca de casa.
La sesión inaugural nos traía, un año
más, una premiere mundial con el gran estreno de la esperada
Framed, debut en el largometraje (sin contar su
participación en la antología de alumnos de la ESCAC, Los
Inocentes) del joven realizador catalán Marc Martínez
Jordán. Producida por el incombustible realizador y productor
independiente Marc Carreté (co-director también del Sant
Cugat Fantàstic) y protagonizada por un jovencísimo elenco de
actores con algunas caras conocidas en la pequeña pantalla, como
Àlex Maruny (Polseres Vermelles, Cites…) o
Joe Manjón (El Internado).
Arrancando con un curiosísimo mapping
sobre dos estructuras de cajas de cartón, el leitmotiv de esta
edición (Haneke or the Edge of Horror) daba paso a fragmentos
y elementos de Framed para ponernos la miel en los
labios. Pero antes le tocaba abrir la noche a Downunder,
cortometraje del madrileño Fernando González Gómez.
Nuestro amigo Vicente Ruíz de
León, director de uno de nuestros cortometrajes favoritos del
año pasado, Una Historia de Violencia, se ha unido al
director para coescribir el guion del largometraje de Downunder.
De corazón deseamos que el proyecto llegue a buen puerto, pues el
sabor de boca que nos dejó es, tirando de equivalentes culinarios, a
comerte una buena hamburguesa: no es algo elegante, no es algo fino.
Es grasienta, te ensucia las manos y es posible que te lleves algún
manchurrón. Pero, cuando la acabas, te sientes jodidamente
satisfecho.
Downunder es una road
movie con innumerables bondades en apenas 20 minutos de metraje.
Personajes bien definidos de los que es fácil encariñarse y querer
saber más (especialmente el tan perturbador como simpático
personaje de Niko Verona), humor negro y gamberro, gráficas y
generosas escenas de violencia y un olor a polvo y arena destilando
de cada fotograma que te lleva a viajar por las áridas carreteras de
algún desierto estadounidense junto a sus protagonistas, sin olvidar
una acertadísima banda sonora que proporciona momentos épicos como
ese inicio con Earth, Wind & Fire y su mitiquísima
September. ¿A quién no le gusta una buena y violenta
comedia de carretera? Productores del país, si no apostáis por
Fernando vais a dejar escapar un éxito asegurado.
Llegó, con el teatro de La Peni
absolutamente repleto de gente, el momento del estreno de Framed,
que nos plantea un futuro distópico cercano y escalofriantemente
posible en el que un portal de streaming llamado Framed
se ha convertido en uno de los medios de entretenimiento más
populares del mundo, siendo el sexo y la violencia los componentes
esenciales de los vídeos que consiguen más viralidad. Ese éxito
lleva a que muchos usuarios intenten ganar popularidad con sus
emisiones a toda costa, como el grupo de psicópatas que interrumpirá
la fiesta de despedida de Álex (Joe Manjón), cambiando las
distendidas charlas entre colegas por muerte y caos en streaming.
Lo cierto es que el debut de Marc
Martínez en el largo tiene un claro target: las nuevas
generaciones, los nativos digitales que crecen con ese deseo de
popularidad e influencia en las redes sociales, algunos de los cuales
(sin llegar a los extremos planteados) usan o usarían métodos
cuestionables para alcanzar su objetivo. Además del tema entorno al
cual gira la trama, el hecho de contar con un jovencísimo elenco
hace de Framed una película con potencial comercial
para ese sector de público, con las ventajas e inconvenientes que
ello comporta. Y es que, para otros sectores del público a los
cuales, sea por lo que sea, ese deseo de popularidad se escape de su
comprensión, lo único que quedará será un home invasion
salvaje, gamberro y festivalero que probablemente no deje ningún
tipo de poso a pesar de proporcionar un rato de entretenimiento.
Más allá de su guion, el verdadero
potencial de Framed reside en su apartado técnico,
especialmente en cuanto a fotografía se refiere. Yuse Riera
ha hecho un trabajo excelente, proporcionando a la cinta una estética
moderna y tecnológica gracias al uso del color y la luz de los
neones, que a medida que avanza la cinta se va ensuciando y
oscureciendo para hacernos pensar en Fede Álvarez, su reboot
de Evil Dead y su exitosa Don’t Breathe.
Gracias a ello, no identificarse o no conectar con la trama no hace
de Framed un trabajo menos disfrutable, combinando el
home invasion con el slasher, además de claros (aunque
actualizados) componentes del teen horror entrando por la
retina a través de esa atractiva y trabajada estética. Sus
pinceladas de humor negro (si bien se echa en falta que Marc
hubiera potenciado más esa faceta suya de retorcer aún más lo
que ya es de por sí retorcido, tal y como hizo en su cortometraje
Caradecaballo) y sus generosas dosis de gore también
sirven de ayuda para ese cometido.
La fiesta no ha hecho más que
empezar. ¡Nos vemos en Molins!
Óscar Lladó
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