martes, 14 de noviembre de 2017

Festival De Cine de Terror de Molins de Rei - Día 4

Tras un fin de semana exitoso para el festival en el que cabe destacar la gran afluencia de público, llega el turno de las sesiones dobles de entresemana y de la puesta en escena de la nueva apuesta del Terror Molins: la Sala Gótica, un segundo espacio con proyecciones gratuitas en versión original. Como los horarios se solapan con las sesiones de La Peni, haremos lo posible por cubrir el máximo de títulos posibles desdoblándonos entre ambos espacios, algo que en esta cuarta jornada de festival no nos fue posible. Nos quedamos con muchas ganas de ver Cannibals & Carpet Fitters y la nueva película del director de Bite, el canadiense Chad Archibald, titulada The Heretics.

La primera sesión doble dio el pistoletazo de salida con Compulsión, debut del director Ángel Gómez. Una película pequeñita, con buenas intenciones que quedan desmerecidas ante un guion que carece de trasfondo ni interés y algunas actuaciones que llegan a sacarte de la trama. Es un thriller sin investigación, un torture porn sin gore y una película de terror sin sorpresa final. A nivel de dirección contiene buenas ideas y bien ejecutadas. Veremos qué tal sigue evolucionando su realizador en próximos trabajos y, esperemos, escoja guiones con más potencial.


Downrange es la nueva criatura del japonés Ryuhei Kitamura, director de títulos como El Vagón de la Muerte (The Midnight Meat Train), Azumi o Versus. Con su historial, era de esperar que contaríamos con generosas dosis de casquería, pero lo cierto es que nos encontramos con una historia cruda y violenta que, aun así, no llega a alcanzar las cotas de gore de sus trabajos más reconocidos. De todos modos, este es un hecho que no la hace en absoluto menos disfrutable.

Partiendo del ya manido y refrito recurso del grupo de jóvenes que se quedan tirados en mitad de la nada, el grupo se verá cercado por un francotirador con intenciones desconocidas. Lo que a priori puede resultar un argumento insuficiente para cubrir una hora y media de metraje, no solo lo consigue, sino que además mantiene la tensión de forma prácticamente constante. Si bien hay un par de actuaciones exageradas y cambios de tono cuanto menos desconcertantes (como pasar de una poética y metafórica escena con un precioso lobo como protagonista al tono paródico en milésimas de segundo), la película consigue lo que se propone: funciona, entretiene y divierte. Sin trucos ni artificios: pura violencia porque sí.


Con la cena aún en la garganta, el segundo bloque daba inicio con una de las sorpresas del festival hasta hoy, la británica Habit. Cuando no esperas ni sabes nada de una película, el factor sorpresa puede jugar a favor o en contra. En este caso, desde luego, hablamos de un acierto absoluto, puesto que no vi venir ni de lejos su giro de guion. Y es que lo que comienza como una comedia dramática da paso a una suerte de neo-noir que, posteriormente, pasa a ser una película de terror para acabar mezclando géneros, tonos y estilos a cada minuto que el metraje avanza. De ritmo pausado pero constante y con actuaciones para quitarse el sombrero, por no hablar de esa belleza neo-noir de las ciudad y su vida nocturna, Habit me atrapó y fascinó con su historia acerca del sentido de pertenencia y sus claras metáforas acerca de las adicciones. Me hizo desear haberla descubierto con 16 años. A día de hoy, os estaría hablando de una de mis películas favoritas de la adolescencia.


El tarado de Yoshihiro Nishimura, director de las psicotrónicas Tokyo Gore Police, Vampire Girl vs Frankenstein Girl, Mutant Girls Squad y un largo etcétera de títulos a caballo entre el splatter y el ero-guro, vuelve a la carga con Meatball Machine Kudoku, título que nos recuerda más que nunca a su celebrada Tokyo Gore Police, más que nada por el hecho de que está repleta (o eso me pareció a mí) de guiños. Mangueras de sangre con la presión a tope, grotescas transformaciones, mutaciones y armas gigantescas. Pero lo más importante, aunque quede relegado a un segundo plano que probablemente pase desapercibido para una buena parte de su público, es esa brutal y sincera misantropía que tiene como trasfondo. Pero claro, es fácil no tenerlo en cuenta cuando el 99% del metraje consta en lo ya comentado, en tetas y en momentos western erótico-festivos. Un despiporre, como era de esperar.

Y ya saben, no cambien de canal... ¡Mañana más!

Óscar Lladó

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