jueves, 16 de noviembre de 2017

Festival de Cine de Terror de Molins de Rei - Día 6

Quien me conoce sabe que Haneke es una de mis debilidades, y Funny Games es sin duda una de esas pocas obras (hablamos de apenas una treintena, entre los cientos y cientos de títulos que han pasado por mis retinas a lo largo de mi vida y, en especial, durante los últimos 4-5 años) que considero perfectas de principio a fin, que consiguen con savoir faire y maestría su propósito en todos los sentidos posibles. Cuando me enteré de que el leitmotiv de este año giraba entorno a la figura de Haneke y al concepto de los “márgenes del terror”, algo en lo que el realizador es un experto (algunas de las películas del reconocido realizador son más terroríficas sin situarse en el género fantástico que algunas producciones que intentan – en vano - serlo con todas sus fuerzas) y, más tarde, cuando vi el spot del festival en claro homenaje a uno de mis títulos predilectos del director y primero de su filmografía que vi, sabía que estábamos ante una edición muy especial. Lo que no imaginé entonces es que acabaría entrevistando, alrededor de 10 años después (si no más) de ese primer visionado, a su protagonista de inquietante sonrisa, el austríaco Arno Frisch. Pero eso lo dejamos para otro momento… toca analizar las películas que pudimos ver en esta sexta jornada que nos encamina hacia el final del festival y la vuelta a la vida real.


¿Qué podríamos decir de Funny Games a estas alturas? Clásico de culto dónde los haya. Tan malrollera como en su estreno hace 20 años, con una de esas premieres polémicas de Cannes en que muchísima gente se fue enfadada de la sala. Porque si algo sabe hacer Haneke es desmoralizar y hundir al espectador con historias tan crudas como realistas. Míticos son ya esos planos en los que el personaje de Arno mira a cámara y hace al espectador partícipe y cómplice de la desagradable situación a la que están sometiendo a la familia protagonista. La etiqueta home invasion se queda corta para definir esta obra maestra del cine europeo. Perfecta desde su plano aéreo inicial hasta ese último plano que lleva el concepto “miradas que hielan” hasta un nuevo nivel. Esencial.

Al mismo tiempo, en la sala Gótica, tenía lugar la proyección de Jackals, el nuevo home invasion de Kevin Greutert, director de Saw VI y Saw 3D. Situada en los 80 y basada en hechos reales, nos cuenta la historia de una familia que recupera a su hijo de una peligrosa secta donde le han lavado el cerebro para tratar de “reprogramarle” en la cabaña familiar con la ayuda de un experto. Sus planes se verán truncados cuando los miembros del culto rodeen la cabaña para tratar de recuperar lo que consideran suyo. 


Con un arranque brutal, la película funciona hasta que una serie de malas, previsibles y nada arriesgadas decisiones de guion convierten su tramo final en una broma de mal gusto. Más allá del aspecto visual (la caracterización de los miembros de la secta, los FX y la iluminación de los exteriores son geniales) y de las buenas actuaciones, Jackals es un refrito de refritos que desperdicia su potencial con ese final tan precipitado. Lo que podría haber sido y no fue.

La doble sesión del día en La Peni (sesiones que, por cierto, nos están dando grandes alegrías) comenzaba con la catalana Black Hollow Cage, con la presencia del director Sadrac González para presentar el trabajo ante una sala con más público de lo que suele ser habitual en los pases de entresemana.


Cocida a fuego lento y con ideas tan curiosas como interesantes, Black Hollow Cage nos presenta una historia cuyo máximo interés reside en el uso de la narrativa no lineal, atrapando al espectador y manteniéndole a la expectativa, pero que no consigue conectar con él debido a sus excesos. Pese a la potente carga emocional de la historia, esta acaba quedando relegada a un segundo plano para caer incluso en la comedia involuntaria, tal y como demostraron los comentarios y risas del respetable en sus innecesariamente alargadas escenas de diálogo que cortan totalmente el dinamismo (aunque suene contradictorio al hablar de un trabajo con un ritmo pausado) que la cinta sí tiene en su primera mitad. Con ecos a Haneke, Lanthimos e incluso a Kubrick, Black Hollow Cage destaca por su apartado visual y sus originales conceptos (la madre perro, el cubo…), pero pierde fuelle por culpa de sus excesos.


Para cerrar la jornada tocaba otra dosis de diversión sin pretensiones. Era el turno de la (por lo menos para nosotros) esperada Tragedy Girls, un fresco y original teen horror en el que vuelve a salir a la palestra, tras la premiere el pasado viernes de la catalana Framed, el concepto de la viralidad en redes sociales y los límites hasta los que puede llegar. Eso sí: sin absolutamente ningún tipo de reflexión o lección moral entre líneas, a diferencia del debut de Marc Martínez-Jordán. Estamos hablando de pura y dura diversión para (como odio este concepto) millennials que no es menos disfrutable para otras generaciones. Sus generosas dosis de casquería con algunas de sus memorables muertes, humor negro a diestro y siniestro, referencias constantes al cine fantástico tanto en los diálogos como en la acción y sus elementos paródicos (¿Quién coño se va a creer que Jack Quaid tiene 17 años?) la convierten en una apuesta segura para cualquier festival de género fantástico. Puro palomiteo sangriento.

¡Hasta mañana dominguers!

Óscar Lladó

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