viernes, 2 de diciembre de 2016

BAÑO DE SANGRE VOL. AGÁRRAMELA QUE ME CRECE: “EDEN LAKE”

¡Qué pasó bañistas!

Pasado el furor del Festival de Molins, tengo que reconocer que he estado a puntito de dedicar esta nueva entrega de Baño de Sangre a alguno de los títulos proyectados en él. Pero hace un par de semanas revisioné uno de los filmes más jodidamente crudos de lo que llevamos de siglo. Una patada en la boca que te deja con el regustillo a sangre durante horas.

No es ningún secreto, gozó de cierto éxito y éste ha ido aumentando con los años, pero ya sabéis que en Cine Domingo y particularmente en Baño de Sangre hacemos lo que nos sale de los mismísimos huevos y lo mismo os traemos un clásico, como una película conocida o algo que no conocen ni en su casa. Semoh asín.

¿Cuántas veces os habéis tenido que aguantar las ganas, por no ir a la cárcel, de soltarle un guantazo a algún niñato insolente y maleducado? Seguro que alguna vez os habéis visto en la situación, habéis tenido que morderos la lengua, meteros las manos en los bolsillos y seguir caminando intentando no prestar atención a lo que el engendro en cuestión esté diciendo. A ti o a quien sea. 


Pues ahora imagina que estás de retiro romántico con tu pareja intentando estar tranquilo en un lago, y una panda de niños rata no deja de dar por culo y, encima, te vacilan. Tú te tragas tu orgullo (de nuevo, por no ir a la cárcel) y vuelves junto a tu pareja, esperando que se vayan y llegue la paz. Pero entonces una serie de acontecimientos llevan a que los niños rata se conviertan en unos salvajes desalmados que van a convertir tu escapada romántica en un puto infierno. Más o menos así podríamos resumir Eden Lake, si no fuera porque ésta es una de esas películas con una lectura mucho más profunda detrás, ya que saca a relucir una preocupante y escalofriante realidad respecto a la educación que algunos “padres” (por llamarles de alguna forma, ya que no es lo mismo ser padre que haber echado un polvo) dan a unos hijos sin respeto, límites ni conciencia. ¿Sabéis esos casos en que el profesor llama a los padres porque el alumno da problemas y no sólo se ponen de parte de su hijo, si no que encima agreden al profesor? Pues algo por el estilo… pero a lo bestia.


Una lección magistral de cómo construir una historia en la que la tensión va in crescendo de una forma brutal y aplastante, de esas que se escudan en el “esto me podría pasar a mí” para hacernos empatizar con sus personajes. Pero si por algo destaca el guion de Eden Lake, es por esa sensación de creer saber todo el rato lo que va a pasar, pero encontrarte con un desarrollo totalmente diferente a cómo lo imaginas que explota en un final aplastantemente desolador.

A nivel técnico, aun habiendo pasado ya 8 años desde su estreno, es un ejemplo de cómo hay que rodar un survival ambientado en un bosque. Predominan los tonos fríos, la iluminación natural está inteligentemente aprovechada y la artificial no chirría en ningún momento. El entorno está cuidadosamente seleccionado para que nos creamos el desarrollo de la historia y, desde luego, la actuación de su protagonista Kelly Reilly roza el excelente, sin desmerecer el trabajo del resto de actores, incluso los secundarios (lástima que el papel del bueno de Thomas Turgoose, más conocido como “el chaval de This is England”, no tenga más protagonismo).

Hasta la fecha me sigue pareciendo de los trabajos más destacables que el género ha dado en lo que llevamos de siglo. Un ejemplo de cómo coger una premisa aparentemente sencilla, dotarla de un potente mensaje social y crear un producto altamente disfrutable que te mantiene pegado a la butaca, con la rabia y una sensación de impotencia creciente acompañándote durante hora y media.

Así que ya sabéis. Si no queréis criar a unos pequeños Hitlers, no tengáis miedo a soltar una hostia a tiempo si es necesaria. Educad a vuestros hijos en la cultura del miedo a la zapatilla, que mirad lo sanos que hemos salido todos nosotros. Esquivarla nos dio reflejos y agilidad física y mental, soportar la hostia de esos zuecos con taconazo que usaban las madres de antes mejoraba nuestra resistencia y, al final, nos hacía mejores personas. La zapatilla es una metáfora del amor materno.


Y esto es todo hasta el próximo Baño de Sangre, y no me puedo despedir sin recomendaros una experiencia que cambia vidas: id al paki de la esquina, comprad un café de esos envasados que hay que agitar como un cosaco para que el azúcar se mezcle, poneos una gabardina por encima y esperad en la puerta de un colegio, preferiblemente un parvulario, a que las madres lleguen para dejar a los niños. En ese preciso momento, colocaos el café a la altura de la pelvis por debajo de la gabardina para no coger frío en las manos, y seguid las instrucciones de uso del café: “agitar enérgicamente”. Ese café envasado es una basura, pero si seguís estas sencillas instrucciones, os sabrá a gloria. Es mucho mejor que ese café que os ofrecerán en comisaría.

HAIL SEITAN!  

Óscar Lladó

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