viernes, 28 de julio de 2017

BAÑO DE SANGRE VOL. XXVI: “HUMANOIDES DEL ABISMO”

¿Por qué será que los humanos tenemos la jodida manía de idealizar tiempos pretéritos? Nos gusta pensar que, como decía Manrique en sus coplas, cualquier tiempo pasado fue mejor y que el presente es un enorme, pestilente y repulsivo montón de mierda. Lo curioso es que es más que probable que, de aquí a un par de décadas, hablemos de estos 20 primeros años del siglo XXI con el mismo cariño que hoy en día se habla de los 80 o los 90, y obviaremos todo lo malo, tal y como hacemos ahora con esas dos décadas glorificadas. Porque cuando pensamos en los 80 no pensamos en la heroína, ni en la dama de hierro, ni en los Manowar (la mayor hecatombe del siglo XX tras las guerras mundiales), si no en los videoclubs, el cine de terror, las recreativas… No nos acordamos de los cardados, los mullets, los chándales fosforitos y todas esas putas mierdas que ojalá no vuelvan jamás. Solo nos quedamos con lo bueno. Semoh asín. Por eso, cuando hablemos de 2012 en 2034 no nos acordaremos de la crisis, el desempleo, el malestar social, el PP (esperemos que, para entonces, ya los hayan ilegalizado como la organización mafiosa que son) o el terrorismo (o el reggeaton, que es un equivalente a esto último), si no que hablaremos de los inicios de Netflix, Juego de Tronos, las barbas y “esa época en que aún no existían los hologramas”. 


Ya el colmo es cuando idealizamos una época que ni siquiera hemos vivido, basándonos únicamente en esas experiencias positivas que son las que se acaban contando y añorando... experiencias que han vivido otras personas, pero que idealizamos como nuestras. Porque un servidor, de los 80, lo único que vivió fue el constante cambio de pañales durante 6 meses en el 89. Sí, claro, en los 90 aún bebíamos mucho de la cultura de los 80 (sobretodo en cuanto a TV y música se refiere), pero obviamente no es lo mismo que vivir la época. ¿Por qué, entonces, tengo esa década en un pedestal en cuanto a música, cine y series de animación se refiere? Pues eso… falsa nostalgia provocada por la admiración hacia las experiencias de otros en esa época que, obviamente, no se acuerdan de los aspectos negativos de esos años. Aunque también hay un componente claro: si eres amante del cine de terror moderno, es normal estar enamorado de una década que sentó sus bases. Una época de cambios y trabajos de muy diversa índole, pero fructífera y productiva a más no poder.  


Los exploits de bajo presupuesto fueron una constante en los 70, que inundaban las carteleras de las sesiones grindhouse con programas dobles de lo más psicotrónico, y los exploits siguieron su sendero natural durante la década de los 80. Raro era encontrarse con mujeres directoras en el género, pero Barbara Peeters era una de ellas, aunque ya dijo en más de una ocasión que para ella era solo un inpass puesto que, al igual que cualquier humano no quiere pasar su vida en la guardería, ella algún día quería “graduarse en el instituto”, refiriéndose a su empeño en poder ser, tarde o temprano, una realizadora de producciones de tono más serio. Pero, mientras llegaba ese momento, trabajó en la compañía del indiscutible maestro de la serie B, sir Roger Corman, New World Pictures. En ella trabajó en roles distintos como directora, directora de 2ª unidad, actriz, productora, guionista o directora de arte pero, a finales de los 70, cayó enferma y estuvo algún tiempo apartada de los platós.

Tras su recuperación, en el año 80, dirigiría el que sería el trabajo por el que a día de hoy (muy a su pesar) más se le recuerda: Humanoides del Abismo. Y digo muy a su pesar porque, bajo decisión del propio Roger Corman como productor ejecutivo de la cinta, se introdujeron una serie de cambios sin su consentimiento que transformaron la cinta hasta el punto de que, en algunos momentos, es difícil creer que fuera una mujer quien estaba tras el proyecto, debido a lo gratuito de algunas escenas de desnudos (elemento esencial para el público de esta clase de producciones en la época, por triste que parezca a día de hoy) y la secundarización de los pocos personajes femeninos que aparecen, relegando a un segundo plano temas que daban originalidad y un toque distintivo a la cinta, como la desposesión de los territorios de los nativos americanos o temas ecológicos como la sobreexplotación de la pesca o el uso de químicos para alterar el curso natural. Tiene que ser frustrante que modifiquen tu trabajo sin tu consentimiento, pero personalmente un servidor opina que Humanoides del Abismo no sería hoy el título de culto que es sin la mano de Corman y sus modificaciones, pese a que no me gusten los métodos escogidos para introducirlos. Pero esos cambios le dieron frescura y dinamismo a una cinta que, por desgracia, pecaba de un ritmo algo relajado para el tipo de producción que se quería llevar a cabo. La introducción de escenas violentas y sexuales dieron un necesario empujón hacia el tan necesario shock que hace de ésta controvertida película un ejemplo perfecto de cohesión de estilos e intenciones aparentemente incompatibles, dando como resultado una de las películas más entretenidas de la época.  


Criaturas marinas (que, por cierto, recuerdan “sospechosamente” a la criatura de La Mujer y el Monstruo) que matan y violan, seres humanos cuya ambición les lleva a ser unos estúpidos racistas, gore divertidísimo y sin mesuras, grandes compañías que quieren transformar para siempre el pasado con el único objetivo de buscar su beneficio económico, tetas y culos, situaciones de carcajada y, sobretodo, una suma de situaciones políticamente incorrectas forman este extraño, variado y perfecto mejunje llamado Humanoides del Abismo que es, sin duda, una de las películas más divertidas de esa glorificada y ensalzada época que fueron los 80. Aprovechad estas noches de verano para montar un programa doble con Piranha entre colegas y cerveza y os aseguro que no os arrepentiréis.

HAIL SEITAN!

Óscar Lladó

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