Siempre hay un día de Sitges que es más flojo, en el que no las tienes todas de que vayas a ver algo decente. Además, siempre el lunes de festival suele tener menos actividades que el resto de días, con lo que suelen ser días tranquilos. Menos mal que en Sitges nunca nada es cómo te lo esperas, porque por la tarde nos llevamos una de las sorpresas más agradables del festival.
El día comenzaba pasado por agua y con un retraso considerable para la proyección de Blair Witch, la vuelta a los bosques de Maryland que formaron parte de la película que probablemente más ayudó al boom de los found footage. Esta nueva entrega supone la secuela directa a la primera entrega, sin tener nada que ver con la fallida El Libro de las Sombras (The Blair Witch Project 2), y narra la historia del hermano de Heather, el cual cree que su hermana podría seguir perdida en el bosque tras aparecer una nueva cinta con vídeos de su investigación. Pero estamos hablando, al fin y al cabo, de un remake encubierto, con situaciones muy similares pero usando tecnología moderna: mini-cámaras en la oreja, drones… todo ello regado con estúpidos e innecesarios sustos fáciles de subida de volumen que no genera ni la más mínima tensión, salvo en ciertas secuencias absolutamente claustrofóbicas de los últimos 15 minutos de metraje.
En el apartado técnico no encontramos ni la más mínima señal del sello Wingard, suponiendo este trabajo mi primera decepción con el realizador norteamericano. Exceso de jumpscares, personajes insulsos y de una previsibilidad ridícula no son palabras que jamás hubiera creído que aplicaría a alguien que ha aportado bocanadas de aire fresco para el género en los últimos tiempos como You’re Next, The Guest o A Horrible Way to Die. Muy mal sabor de boca y un abucheo más que merecido.
Por la tarde le tocaba el turno a la belga Mon Ange. Siendo sinceros, no esperaba ni sabía absolutamente nada de este título, puesto que mi único motivo para ir a la sesión era ver un corto para mí muy especial ya que está realizado por los usuarios del club social donde trabaja mi pareja. Lástima que en la presentación del mismo no ubicaran muy bien de dónde venía el trabajo, con lo cual creemos justo reivindicar que el la proyección de este corto en un marco tan especial como el festival de Sitges se debe a un concurso de cortometrajes organizado por AREP (Associació per a la Rehabilitació de les Persones amb Malaltia Mental) en el que se pedía que se hiciera un corto representando una discapacidad física. En este caso el concurso lo ganó el Club Social Espai 3 con su corto Triunfo Sordo, un divertido corto realizado y escrito por los propios usuarios del club que narra mediante gags las ventajas de tener sordera: desde no escuchar a tu jefe cuando te echa la bronca a no tener que escuchar cantar a Paquirrín. Una iniciativa muy especial que esperamos que se siga realizando durante muchos años.
Tras la proyección del corto, dio inicio la proyección de Mon Ange con la presencia de sus productores, su director y su guionista. Sin saber nada de ella, esta fantástica (en los dos sentidos) historia de amor entre un chico invisible y una chica ciega me sedujo poco a poco con su poesía visual. Sin llegar al arte y ensayo, Mon Ange es un trabajo de aquellos especiales, que se cuecen a fuego lento, en el que son tan importantes las palabras como las gestos y las miradas, en el que los personajes crecen dentro de ti y te arrastran a un remolino de sensaciones y emociones como el que ellos mismos viven. Una maravillosa experiencia, aunque en ocasiones su guion peque de ser relativamente efectista. Mención especial a su protagonista Fleur Geffrier, quien pasa prácticamente todo el metraje sola en plano.
No hay mal que por bien no venga, y por suerte nos llevamos una de las mayores sorpresas del festival precisamente con uno de los títulos en los que teníamos menos esperanzas puestas. Qué grande es el cine.
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