¡Qué pasó dominguers!
Justo en una semana llega
Halloween, ese día en que cuatro niños van disfrazados picando a
las casas diciendo “truco o trato” y recibiendo un sonoro portazo
por respuesta. Y más si vives en Catalunya, donde la insulsa y
aburrida Castanyada gana la partida en la gran mayoría de sitios.
Para algo bueno que se nos pega… Y luego los niños vuelven a sus
casas frustrados y con la cesta con cuatro putos caramelos de miel y
limón con el papel pegado que algún despistado ha encontrado en el
fondo de un bote lleno de polvo.
Y luego están las
cadenas de televisión, que programan tres películas de terror al
año, una de ellas en Halloween como una especie de ejercicio de
limpieza de conciencia, que probablemente sea La Novia de
Chucky (por enésima vez) y el resto del año siguen
marginando y menospreciando el género.
Así que la alternativa
acaba siendo la de siempre: tirar de videoteca para poder ver cosas
decentes, y no los mismos especiales y películas por
trigésimo-quinta vez.
Personalmente hay algo
que me encanta en Halloween y en las fechas que lo rodean: ver
antologías de terror. Son días para revisar Cryptshow,
V/H/S, Cuentos de Ultratumba, Doctor
Terror, Bolsa de Cadáveres, etc… pero
también para descubrir nuevos o viejos trabajos que todavía no
hayas visto. Ese fue mi caso, y desprecinté (por fin) el DVD de la
antología La Casa del Terror (Trapped Ashes), con
fragmentos dirigidos por directores reputados del género como Sean
S. Cunningham (Viernes 13, Profundidad
Seis…), Joe Dante (Gremlins, Aullidos)
o Ken Russell (Viaje Alucinante al Fondo de la Mente…).
Con tales nombres uno espera encontrarse con un buen conjunto de
historias, pero el film se queda en un mero entretenimiento muy apto
para adolescentes sobrehormonados en busca de esa película tan apta
para ver con los colegas en estas fechas tan señaladas. ¿Por qué
parece enfocada a ese público? Sencillo: tetas, sangre y humor que
pretende ser negro al estilo de Historias de la Cripta
pero se queda en descafeinado. Como toda buena antología, vamos por
partes… Y, ya sabéis, como siempre libre de spoilers. Eso
sí, en esta ocasión comentamos el argumento de cada fragmento sin
entrar en detalles reveladores que puedan afectar a su visionado.
La película comienza con
un grupo de gente subiéndose a un carrito que realiza un tour por
unos estudios de cine: dos parejas, un antiguo actor de serie B al
que nadie da ya trabajo y una chica joven que es una especie de Lydia
de Beetlejuice con una reciente adicción al crack.
Todos ellos insisten al guía en que quieren ver la casa donde se
grabó la película (ficticia) Histeria, una mansión a
lo motel Bates que parece abandonada, y éste acaba cediendo. Una vez
dentro, se separan y se reencuentran en una sala de la que no pueden
salir, tal y como ocurría en la película. Al informarles el guía
de ello se dan cuenta de que la única forma de salir es procediendo
tal y como los protagonistas de Histeria: cada uno de
ellos debe contar una historia de terror.
El primer fragmento es
“The Girl With Golden Breasts” (La chica con los pechos de
oro), dirigido por el maestro Ken Russell. Una historia
cuyo título habla por sí mismo, en la que su protagonista sufre
ciertos “problemillas” con sus implantes tras hacerse una
operación de aumento de pecho a través de un novedoso método con
el cual no es necesario el uso de silicona ni gel. Con un tono y
estilo que cruza la serie B más videoclubera con la cienca ficción
más psicodélica y barata, éste es sin duda el fragmento más
gamberro de la antología, aunque peca de excesivamente histriónico
y pretende tener un final con esa clase de impacto que provoca
Campamento Sangriento pero sin conseguirlo en absoluto.
El gore es bastante correcto, aunque más casquería habría hecho
que el fragmento ganara muchos enteros.
La historia de Sean S.
Cunningham es la siguiente en la lista. “Jibaku” es el
fragmento visualmente más interesante de la antología. Cuenta una
historia de fantasmas japonesa occidentalizada que contiene una de
las escenas de necrofilia más desagradables que recuerdo. Con un
tono erótico muy bien llevado y la inclusión de escenas animadas,
se trata de un trabajo fresco y efectivo pero de conclusión
demasiado simplista.
“Stanley’s
Girlfriend” es, sin lugar a dudas, la historia más original
del compilado. Ambientado en el Hollywood de los años 50, narra la
historia de Leo, un escritor de cine de serie B, y Stanley, una joven
promesa de la dirección. Sí amigos, Stanley no es otro que Stanley
Kubrick, sobre el cual se referencia su obra primeriza sin entrar
en detalles. Pero no estamos ante un corto biográfico, ni mucho
menos, ya que a esa situación realista se le da un tono sobrenatural
al aparecer en la vida de Stanley una mujer que provoca que la
amistad entre los dos protagonistas acabe desapareciendo. Quizás el
principal problema de este corto es haber sido escogido para una
antología en la cual no pega ni con Epoxy, porque tiene un
giro de guion que es cuanto menos original pero no tiene, en
absoluto, ese tono relativamente humorístico que tienen el resto de
historias y, sobretodo, el wraparound.
La última historia la
cuenta la gótica yonki que no para de comer galletitas y fue el
primer (y último… con razón) proyecto como director de John
Gaeta, el especialista en animación que llevó a cabo los
innovadores avances en tal campo a través de la trilogía Matrix,
con lo cual cuesta comprender cómo es posible que haya llevado a
cabo este esperpento tecnológico que es “My Twin, the Worm”,
que cuenta con un CGI vergonzoso a la altura de un salvapantallas de
Windows 98. De la historia y su previsibilidad mejor ni hablamos…
ya os dejamos juzgar a vosotros mismos.
De vuelta al wraparound
dirigido por Joe Dante, la película concluye sin ningún tipo
de conclusión que una sus fragmentos en un espectáculo de
previsibilidad bochornoso. Es lo que tiene gastarse el dinero de los
productores en poner de LSD hasta el culo a directores clásicos para
escribir y dirigir algo totalmente alejado de su propio estilo en lo
cual es difícil reconocer su sello. Entretenimiento simplón, una de
esas “películas puente” para que las nuevas generaciones den el
paso a ver productos más arriesgados. Nada más.
Óscar Lladó
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