¡Qué
pasó bañistas!
Pasado
el furor del Festival de Molins, tengo que reconocer que he estado a
puntito de dedicar esta nueva entrega de Baño de Sangre a
alguno de los títulos proyectados en él. Pero hace un par de
semanas revisioné uno de los filmes más jodidamente crudos de lo
que llevamos de siglo. Una patada en la boca que te deja con el
regustillo a sangre durante horas.
No es
ningún secreto, gozó de cierto éxito y éste ha ido aumentando con
los años, pero ya sabéis que en Cine Domingo y
particularmente en Baño de Sangre hacemos lo que nos sale de
los mismísimos huevos y lo mismo os traemos un clásico, como una
película conocida o algo que no conocen ni en su casa. Semoh
asín.
¿Cuántas veces os habéis tenido que aguantar las ganas, por no ir
a la cárcel, de soltarle un guantazo a algún niñato insolente y
maleducado? Seguro que alguna vez os habéis visto en la situación,
habéis tenido que morderos la lengua, meteros las manos en los
bolsillos y seguir caminando intentando no prestar atención a lo que
el engendro en cuestión esté diciendo. A ti o a quien sea.
Pues
ahora imagina que estás de retiro romántico con tu pareja
intentando estar tranquilo en un lago, y una panda de niños rata no
deja de dar por culo y, encima, te vacilan. Tú te tragas tu orgullo
(de nuevo, por no ir a la cárcel) y vuelves junto a tu pareja,
esperando que se vayan y llegue la paz. Pero entonces una serie de
acontecimientos llevan a que los niños rata se conviertan en unos
salvajes desalmados que van a convertir tu escapada romántica en un
puto infierno. Más o menos así podríamos resumir Eden Lake,
si no fuera porque ésta es una de esas películas con una lectura
mucho más profunda detrás, ya que saca a relucir una preocupante y
escalofriante realidad respecto a la educación que algunos “padres”
(por llamarles de alguna forma, ya que no es lo mismo ser padre que
haber echado un polvo) dan a unos hijos sin respeto, límites ni
conciencia. ¿Sabéis esos casos en que el profesor llama a los
padres porque el alumno da problemas y no sólo se ponen de parte de
su hijo, si no que encima agreden al profesor? Pues algo por el
estilo… pero a lo bestia.
Una
lección magistral de cómo construir una historia en la que la
tensión va in crescendo de una forma brutal y aplastante, de esas
que se escudan en el “esto me podría pasar a mí” para
hacernos empatizar con sus personajes. Pero si por algo destaca el
guion de Eden Lake, es por esa sensación de creer
saber todo el rato lo que va a pasar, pero encontrarte con un
desarrollo totalmente diferente a cómo lo imaginas que explota en un
final aplastantemente desolador.
A nivel
técnico, aun habiendo pasado ya 8 años desde su estreno, es un
ejemplo de cómo hay que rodar un survival ambientado en un
bosque. Predominan los tonos fríos, la iluminación natural está
inteligentemente aprovechada y la artificial no chirría en ningún
momento. El entorno está cuidadosamente seleccionado para que nos
creamos el desarrollo de la historia y, desde luego, la actuación de
su protagonista Kelly Reilly roza el excelente, sin desmerecer
el trabajo del resto de actores, incluso los secundarios (lástima
que el papel del bueno de Thomas Turgoose, más conocido como
“el chaval de This is England”, no tenga más
protagonismo).
Hasta
la fecha me sigue pareciendo de los trabajos más destacables que el
género ha dado en lo que llevamos de siglo. Un ejemplo de cómo
coger una premisa aparentemente sencilla, dotarla de un potente
mensaje social y crear un producto altamente disfrutable que te
mantiene pegado a la butaca, con la rabia y una sensación de
impotencia creciente acompañándote durante hora y media.
Así
que ya sabéis. Si no queréis criar a unos pequeños Hitlers, no
tengáis miedo a soltar una hostia a tiempo si es necesaria. Educad a
vuestros hijos en la cultura del miedo a la zapatilla, que mirad lo
sanos que hemos salido todos nosotros. Esquivarla nos dio reflejos y
agilidad física y mental, soportar la hostia de esos zuecos con
taconazo que usaban las madres de antes mejoraba nuestra resistencia
y, al final, nos hacía mejores personas. La zapatilla es una
metáfora del amor materno.
Y esto
es todo hasta el próximo Baño de Sangre, y no me puedo
despedir sin recomendaros una experiencia que cambia vidas: id al
paki de la esquina, comprad un café de esos envasados que hay
que agitar como un cosaco para que el azúcar se mezcle, poneos una
gabardina por encima y esperad en la puerta de un colegio,
preferiblemente un parvulario, a que las madres lleguen para dejar a
los niños. En ese preciso momento, colocaos el café a la altura de
la pelvis por debajo de la gabardina para no coger frío en las
manos, y seguid las instrucciones de uso del café: “agitar
enérgicamente”. Ese café envasado es una basura, pero si seguís
estas sencillas instrucciones, os sabrá a gloria. Es mucho mejor que
ese café que os ofrecerán en comisaría.
HAIL
SEITAN!
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