Que Lucio Fulci fuera un tipo tan polémico como
polifacético lleva al punto en el que te hace plantearte cómo es
posible que de su mente y sus retinas salieran trabajos tan dispares
entre sí. Personalmente, nunca me había enfrentado a sus trabajos
dentro del spaghetti western… y ya iba siendo hora. Lo que
me encontré con Las Pistolas Cantaron La Muerte (aka
Los Colt Cantaron a Muerte y fue Tiempo de Matanza)
fue un entretenidísimo y violento western altamente
disfrutable. Una buena elección, a mi parecer, que abre boca y
provoca unas tremendas ganas de indagar más en las obras del
entonces futuro padrino del gore dentro del western “a la
mediterránea”.
Con un Franco Nero en estado de gracia y justo en el
momento en que su carrera comenzaba a despegar (el mismo año se
estrenaba su primera aparición como el mítico Django en la
película homónima de Sergio Corbucci) y un acertadísimo
contrapunto tragicómico de la mano del uruguayo George Hilton y
su interpretación del hermano alcohólico de Tom (Franco
Nero), Las Pistolas Cantaron La Muerte se presenta
desde el primer segundo de metraje como un spaghetti western
mucho más oscuro y visceral que la gran mayoría de sus coetáneos,
pero que a pesar de ello conserva la capacidad de entretener y
emocionar que caracteriza al género. Nos cuenta la historia de Tom,
un buscador de oro que recibe la visita de un conocido de su pueblo
natal, quien le dice que debe volver urgentemente. Al volver, Tom
se encontrará con un pueblo totalmente dominado por el terrateniente
Sr. Scott (Giuseppe Addobbati) y su sanguinario hijo
Jason (Nino Castelnuovo), quienes tienen a todo el
pueblo bajo su yugo. Junto al borracho de su hermano Jeffrey,
Tom decidirá que ya va siendo hora de que todo vuelva a ser
como antes.
Una historia fundamentada en la venganza, con constantes escenas
de acción y un desarrollo de acontecimientos de tremenda crudeza y
frialdad en el que no importa el género, edad o condición: si
tienes que morir, morirás. Todo ello desde un prisma en el que el
fantástico juega un enorme papel, haciendo que esos tiroteos
imposibles y esos movimientos surrealistas de las peleas no chirríen
en absoluto, puesto que durante todo el metraje se van mostrando
declaraciones de intenciones (tanto voluntarias como involuntarias)
de que nos encontramos frente a un western con pinceladas del
terror. El hecho de que el villano sea un psicópata desatado e
incontrolable nos recuerda quién hay tras la cámara: nada más y
nada menos que uno de los mayores representantes del giallo y
el terror italiano. Aunque aún faltaban unos años para que mostrara
su cara más visceral, Fulci deja claro con Las Pistolas
Cantaron La Muerte cuál será el sendero que tomará para
llegar a convertirse en el matarife que fue.
Óscar Lladó
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