A quien madruga, Dios le ayuda. Cría
cuervos y te sacarán los ojos. A lo hecho, pecho. Si el río suena,
agua lleva. Dale a tu cuerpo alegría Macarena, que tu cuerpo es pa’
darle alegría y cosa buena. Segundas partes nunca fueron buenas.
Si por algo se caracteriza la cultura
española es por su amplio registro de refranes y frases impregnadas
de sabiduría popular. Frases llenas de verdades que, en algunos
casos, cuentan con excepciones. Porque al igual que uno puede
madrugar y toparse con el peor puto día de su vida, hay secuelas que
resultan ser la hostia en verso e incluso superan a sus predecesoras.
Ahí está Terminator 2, por poner un claro ejemplo.
Cuando me enteré de que Patrick
Brice y Mark Duplass estaban preparando una secuela de la
tan popular como modesta producción de Netflix, Creep,
en la que redefinieron las bases del mumblegore, con su ética
low-fi y su gran capacidad de generar tensión e incertidumbre
ante el total desconocimiento de qué y por qué está ocurriendo, no
pude si no echarme a temblar. Su primera parte, con una aparentemente
sencilla fórmula (dos personajes, formato mockumentary y un
excéntrico co-protagonista cuyas intenciones no quedan del todo
claras), resultó ser un soplo de aire fresco en el cine de terror
independiente. Dicho esto, sería recomendable que, si no has visto
aún la primera parte, lo hagas antes de seguir leyendo. Comentar la
segunda parte es imposible sin que el final de la original salga a la
palestra.
¿Daba Creep para una
secuela?
Lo cierto es que el final de la
primera parte, en el que se nos despejaban todas las dudas respecto a
si el personaje de Duplass era realmente un asesino o no, no
daba lugar a continuar las peripecias de Josef (ahora Aaron) sin
repetir fórmula y formato. Y, sí, su primera parte resultó
interesante en ese sentido, pero no tendría sentido alguno estirarla
y repetirla. Pero Duplass y Brice son unos tipos muy
listos y, lejos de caer en redundancias, han decidido usar el humor
de una forma muy natural y orgánica, dando la sensación de estar
ante algo totalmente fresco y nuevo. Se trata de un nuevo cambio en
las reglas del juego.
Si bien en la primera entrega el
respetable se preguntaba constantemente qué estaba pasando y, sobre
todo, qué iba a pasar, ahora ya sabemos que Josef es realmente un
asesino en serie. De nuevo buscando quien documente sus peripecias en
vídeo, una intrépida cámara profesional (magníficamente
interpretada por Desiree Akhavan) responde a un anuncio en el
que se solicita un cámara atrevido y sin miedo, sin dar muchos
detalles del trabajo. En plena crisis creativa, el ya entrañable
personaje de Duplass decide llevar a cabo junto a su nueva
“colega” el primer documental sobre la vida de un asesino en
serie. Así que, a diferencia de la primera parte, ahora la duda de
si realmente se trata de un psicópata o solo es un bromista se
traspasa a la co-protagonista y el espectador queda relegado a un
plano secundario en el que lo único que puede hacer es partirse la
caja con las ocurrencias de Aaron. Amplias dosis de humor negro
rellenan prácticamente cada minuto de metraje, resultando una
divertidísima opción para disfrutar con amigos o en una sala
repleta, como la pudimos experimentar en Sitges. Sin duda, una de las
sorpresas más gratas de esta edición. Y además le podréis ver la
pilila a Duplass, en una escena que es un claro ejemplo de
igualdad dentro de un género en el que parece que solo existe el
desnudo femenino cuanto más gratuito mejor, lo cual seguro que para
más de uno y más de una resulta una buena noticia. Pero vamos, que
esa es la menor de las bondades de la cinta, creedme. ¡No la dejéis
escapar!
HAIL
SEITAN!
Óscar Lladó
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