viernes, 8 de septiembre de 2017

BAÑO DE SANGRE VOL. XXVIII: “SHEITAN”

Hace poco más de quince años que, desde el país vecino, comenzaron a surgir títulos que se caracterizaban por su crudeza, violencia y visceralidad. Títulos como Trouble Every Day de Claire Denis, Dans Ma Peau de Marina de Van o, algo más tarde (aunque con mayor repercusión), Haute Tension de Alexander Ajá nos comenzaron a mostrar historias que conjugaban el drama, el terror e incluso el gore de una forma prácticamente inusitada. Algún iluminado decidió aplicar a este tipo de producciones la etiqueta de nuevo extremismo francés de forma peyorativa, ignorando entonces que su definición sería aplicada a la postre a títulos muy aclamados por la crítica internacional y bien recibidos por el público, especialmente del fantástico. Para la posteridad quedan títulos (imprescindibles, si me lo permitís) como Martyrs, Frontière(s) o Calvaire.


Una pequeña y desconocida joyita del género (o corriente), ejemplo claro de cómo crear un ambiente enrarecido y opresivo, llegó en 2006 con nada más y nada menos que Vincent Cassel encarnando al entrañable villano. Hablamos de Sheitan, una jodida locura surgida del emblemático colectivo artístico Kourtrajmé y dirigida por el novat(ísim)o Kim Chapiron, quien en un principio iba más perdido que un hijoputa en el día del padre hasta el punto de hacer pensar a Cassel (que, además, ejercía las veces de productor) que había tirado su dinero por el retrete. El resultado final, queda a la vista, se puede resumir usando erróneamente una palabra debido a su traducción del francés: bizarro. Sí, en realidad “bizarro” significa “valiente, géneroso o lúcido”, pero permítaseme usarlo bajo su definición francesa de algo “alejado de lo común, que sorprende por su extrañeza, insólito”. Eso es Sheitan: un título insólito, que confunde y descoloca. Porque, y más siendo asociado casi siempre al nuevo extremismo francés, es perfectamente normal esperar sangre y vísceras desde el minuto cero (que algo de ello tiene), pero uno acaba sumido en un estado de confusión y tensión causado más por no saber qué derroteros va a tomar la película y esa sensación tensa que produce que, lo que a nosotros nos parece obvio, no acabe de llegar nunca, sumado a lo extrañamente siniestro de muchos de los personajes.



Tras una noche de fiesta en los suburbios de París que acaba algo mal, nuestros protagonistas (que cumplen ese estereotipo de protagonistas odiosos que deseas que maten de la forma más violenta y lo antes posible) se dirigen hacia la casa de campo de una chica que han conocido. Tras un largo viaje, allí se toparán con Joseph (el personaje de Cassel), el cuidador de la casa y un personaje que, además de parecerse una santísima burrada al padre de los Thornberrys (una serie de dibujos de Nickelodeon de los 90), está claro que es resultado del incesto o que de pequeño le dieron con una pala en la cabeza, porque muy bien no le riega el cerebro. Las cosas se irán enredando y enrareciendo de forma progresiva para desembocar en un final de puro despiporre que vuelve a jugar con la confusión. Es de esas películas que se disfrutan más cuanto menos sepas de ellas y cuantas menos elucubraciones al respecto hayas podido hacer antes de verla, así que hasta aquí podemos leer en cuanto a la trama, la cual se refuerza con planos muy críticos y cerrados que ayudan a aumentar más si cabe esa sensación de agobio y confusión.


Un ejercicio de gamberrismo y visceralidad que huye de convencionalismos y bebe mucho de títulos como Dobermann o los cortos de la factoría Koutrajmé que, sin duda alguna, no dejará a nadie indiferente.

¡Hasta el próximo baño!

HAIL S(H)EITAN!

Óscar Lladó

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