Pues, un año más, el Cryptshow ha
dado el pistoletazo de salida. Pero este no es un año cualquiera,
no… es el décimo aniversario del festival. Un festival hecho por y
para amantes del género que ha conseguido, por méritos propios,
posicionarse como uno de los referentes del circuito festivalero
catalán. Y es que cada año uno se da cuenta de qué ha llevado a la
organización a llevar 10 años en la brecha con un festival que, más
que probablemente (hablo con total desconocimiento de causa), no les
aporta beneficio económico más allá de cubrir los gastos del
mismo: son una gran familia que ama esta cita anual. Y eso se traduce
en muchas cosas positivas de las que el público nos beneficiamos:
buena organización, trato cercano y familiar, excelente selección
de cortos y gran variedad de actividades de diversa índole, entre
otros beneficios. Y esperamos seguir beneficiándonos de ello, como
mínimo, otros 10 años más.
Este año la temática del festival se
centra en el ecofuturismo, es decir (y de forma muy resumida) una
teoría que defiende la vuelta a los orígenes, una involución que
permita al ser humano y al Planeta Tierra poder evolucionar. Así que
esta décima edición del Cryptshow no podía arrancar mejor
que con el corto Graffiti de Lluis Quílez,
ganador del Méliès d’Argent al mejor corto fantástico europeo en
la pasada edición del Festival de Sitges, en el que se nos presenta
una historia de amor desesperado en un entorno post apocalíptico.
Rodado en la tristemente célebre
Pripyat (la ciudad más cercana a Chernobil), Graffiti nos
muestra un escenario precioso y en ocasiones hipnótico. Y es que es
la localización del rodaje la que da el toque de identidad a este
corto en el que apenas hay diálogos, haciendo de la ciudad un
personaje más, en la cual nuestro protagonista Edgar se adentra a
diario buscando recursos y, sobretodo, un más que improbable y
anhelado contacto humano… improbable hasta que, en la guarida de
Edgar, aparece en la pared una firma de una tal Anna. Nuestro
protagonista decide firmar en la misma pared y salir a realizar su
exploración diaria. A la vuelta se encontrará con que la misteriosa
Anna ha respondido a su mensaje, con lo cual da inicio una especie de
chat rudimentario, vestigio de los viejos tiempos, en una especie de
metáfora sobre la deshumanización de las relaciones humanas en la
era de la tecnología. Poco a poco, Edgar se irá enamorando
desesperadamente de una chica a la que jamás ha visto, para
encontrarse al final del corto en una encrucijada en que los
sentimientos ganan el pulso a la razón.
Un trabajo muy notable que está
recibiendo premios y menciones a lo largo y ancho del planeta, y con
razón. Técnicamente excelente, deja un regusto muy satisfactorio en
el paladar. Tanto que uno acaba convencido de que debe seguir muy de
cerca el trabajo del realizador catalán.
El plato fuerte de la noche (y
probablemente también del propio festival) llegaba con la proyección
del clásico soviético de Ciencia Ficción Aelita, también
conocido como Aelita: Reina de Marte. Este clásico del cine
mudo, considerada como la primera película que trataba sobre viajes
espaciales, fue estrenado en 1924 y no gozó de excesiva popularidad
en la Unión Soviética debido a su sutil trasfondo
anti-revolucionario camuflado tras aparente propaganda, con lo cual
fue difícil acceder a ella hasta el final de la Guerra Fría. Con un
ritmo narrativo totalmente obsoleto, las dificultades de engancharse
a la trama para los que no recurrimos demasiado a menudo al cine mudo
es considerable, pero para ello estaban Agustí Busom y
su banda que, en resumidas cuentas, provocaron en un servidor un
estado de catarsis total en el que sólo importaba la historia de
Los, Natalia, Ehrlich y compañía, provocando la abstracción total
y haciendo que los más de 100 minutos de metraje pasaran en un abrir
y cerrar de ojos.
Y es que lo que de verdad hay que
comentar de esta proyección es el excelente trabajo de los ex-Abús
y su reinterpretación psicodélica con trasfondo mediterráneo de la
banda sonora de Aelita, porque todo el trabajo que tuvo que
haber detrás para esta proyección es digno de mención. Sabemos que
somos un blog de cine pero, como melómanos que somos, no podemos
evitar analizar el trabajo de Agustí y los suyos, claramente
influenciado por los Pink Floyd más psicodélicos de
Meddle o Dark Side of the Moon pero con pinceladas de
otros géneros como el post-rock más desnudo y orgánico (en más de
una ocasión recordaban a Mogwai, especialmente una de
las piezas finales que recordaba mucho al trabajo de los escoceses en
la BSO de Les Revenants) y el folk mediterráneo
mediante la utilización de instrumentos como la flauta travesera. Un
trabajo tremendo que provocó que el público ovacionara efusivamente
a la banda al final de la proyección. Y no es para menos.
Sobre el film en sí, cabe destacar la
ambientación del escenario de Marte, en especial las oscuras y
desgraciadamente visionarias escenas en las que la mano de obra se
trata como meros objetos al servicio de sus mandatarios, y que
influenciarían claramente a la obra maestra de Fritz Lang,
Metrópolis.
Una primera jornada que nos dejó con
ganas de más, así que esta tarde volvemos al ruedo.
¡Hasta la tarde, domingueros!
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