Hay un fenómeno que me apasiona
especialmente del Fantosfreak: ver como la gente se aprende la letra
de los spots y los canta a pleno pulmón. Es algo progresivo: la
primera noche son risas, la segunda se cantan los estribillos, la
tercera se suman las frases más reconocibles y a la cuarta ya hay
más de uno (y más de diez) que la canta de principio a fin y a
pleno pulmón. Es una de las maravillas de este festival tan
especial. Lo doblemente gracioso es que este año las frases más
reconocibles son del calibre de “Isabel Coixet nos suda to’l
coño”. Un espectáculo, oigan. Y las caras de los abueletes
escandalizados más todavía.
La tercera noche de festival comenzó
fuerte, con la comedia Psycho Kino, cuyo realizador
Guillem Dols hizo acto de presencia para presentar su trabajo
ante las casi 2.000 personas habituales de cada sesión. ¿Alguna vez
os habríais imaginado a un director de películas snuff
pasando por una crisis artística? Pues eso nos plantea Psycho
Kino: un trío de personajes (y un cuarto que, más que un
personaje, es un recurso humorístico), dos de ellos secuestradores y
otro víctima del secuestro. El plan para el hombre cautivo es claro:
pelarlo de la forma más espectacular delante de la pantalla. Pero el
guion no es lo suficientemente bueno, así que deciden retrasar el
rodaje una semana con tal de reescribirlo. Lo que no se imaginaban
era que, con el paso de los días, acabarían cogiendo cariño a su
víctima. Un guion ingenioso, nada destacable en sus apartados
técnicos. Correcto y entretenido.
Si en la crónica de la segunda jornada
señalábamos que es habitual ver trabajos colectivos provenientes de
escuelas de cine o diseño en la parrilla del Fantosfreak, en esta
tercera jornada nuestra afirmación quedaba confirmada. Un nuevo
trabajo de una escuela de VFX, Oculus Malus, era la
encargada de seguir con la programación. Una simpática comedia en
que un doctor nos explica su revolucionario invento: unas gafas para
ver a los seres diminutos e invisibles que nos hacen la vida
imposible, visualmente muy lograda gracias a la sabia decisión de
usar un formato de mockumentary que rebaje los niveles de
exigencia.
Nic Alderton repitió selección
y presencia en el festival un año más, presentando una nueva
entrega de su trilogía de cortometrajes The Albion Tales.
En esta ocasión vino presentando Health, Wealth &
Happiness, entrega que consideró la más relacionada con el
terror de toda la trilogía. En ella, bajo su habitual y
delicadamente trabajado envoltorio, se nos presenta la historia de un
atracador que ataca a la mujer equivocada. A pesar de que el giro se
vea venir, su tramo final resulta de lo más asfixiante… nunca
mejor dicho. De nuevo, un trabajo que impacta en su apartado visual,
más teniendo en cuenta los bajos presupuestos con los que trabaja el
realizador, ofreciendo siempre un resultado sumamente profesional.
Las chorraditas simpáticas siempre son
bienvenidas en las sesiones de cortometrajes, y más cuando provienen
de Japón. Porque, ¿Qué hay más japonés que los kaiju? Y
es que Koala: The King of Monsters nos muestra a la
bestia más feroz, destructiva y achuchable de la historia. Y no, no
es un koala.
The Warehouse, la
siguiente entrega en la sesión de la noche, es el clásico
cortometraje atractivo en el plano estético pero que carece de
interés alguno tras conocer su resolución. Cabe destacar también
las interpretaciones de los personajes centrales, que terminan de
dotar al trabajo de un aire profesional, pero su juego del despiste
no funciona para los perros viejos. Sirve perfectamente como teaser
para vender un proyecto de largometraje que ahonde más en los
personajes y sus subtramas, pero tal y como está planteado,
lamentablemente carece de interés ni impacto.
Mucho tiempo llevo leyendo y escuchando
sobre The APP, el más reciente trabajo de Julián
Merino protagonizado por un enorme Carlos Areces que
demuestra, una vez más, que merece más papeles “serios” más
allá de su más explotada faceta freak. Normalmente, las
expectativas suelen condicionarnos negativamente, pero el hecho de
esperar un producto totalmente diferente al que me encontré hizo que
lo disfrutara aún más. Porque The APP y su imparable
recorrido de festivales a nivel mundial tiene una explicación, y es
su capacidad para participar en prácticamente cualquier tipo de
evento: es una comedia pero con un fuerte componente dramático. Es
llana y accesible pero a la par contiene una potente crítica hacia
la ceguera propia de la era de la información. Tiene pulso, garra y
ritmo. Y, por supuesto, está magníficamente interpretado y dirigido
gracias a un equipo 100% profesional. Apostar por The APP es
apostar por el caballo ganador.
¿Recordáis ese terror nocturno tan
típico de “el monstruo del armario”? Pues yo, la verdad, no. Era
más de acojonarme con el “monstruo de debajo de la cama”, pero
en mi armario si cabía un monstruo sería un pequeño y entrañable
ser. Lo del monstruo del armario es más propio de los americanos de
las películas, viviendo en barrios residenciales, con habitaciones
enormes y armarios cerrados por una puerta. Ahí sí que era
comprensible que se acojonaran. Y para la protagonista de nuestro
tercer corto, Third Wheel, parece que el terror
infantil era algo más real que eso. Algo con cara, ojos, tentáculos
y fluidos viscosos. Algo que necesita alimentarse. Un trabajo
simpático pero que, debido a su brevedad y a la contradicción que
supone el tono usado para todo el cortometraje contra el diseño de
producción de la criatura, acaba pasando sin pena ni gloria.
Encarando la
recta final de la noche llegaba a la pantalla Count your
Curses, un trabajo de animación que nos plantea un mundo
misterioso y extraño, con conserjes centauro, hadas con pinta de
pederastas y espíritus domésticos. Con un humor muy particular, nos
deja con una inesperada lección de vida y un muy buen sabor de boca.
Chris McInroy dirigió el que
fue uno de mis cortos favoritos de hace un par de años: el
divertidísimo, descerebrado y ultraviolento Death Metal.
Por eso tenía tantísimas expectativas con su nuevo trabajo, We
Summoned a Demon. En él, dos chavales intentan hacer un
conjuro sacrificando a una gallina para convertirse en “tíos
guays”, pero accidentalmente invocan a un demonio con sed de
venganza. No podía esperar ni más ni menos de McInroy:
vísceras, litros de sangre y una estética tan forzada como
visualmente atractiva en un festín de gore y chistacos. Un
despiporre más para la filmografía del realizador norteamericano.
En la pasada edición del Festival
de Cinema de Terror de Molins de Rei hubo un trabajo de su sesión
de cortometrajes que dio de qué hablar: Cauchemar Capitonné, más
conocido entre los asistentes al evento como “el de la silla”
debido a que el eje central de la trama es una “silla maldita”.
Con una fotografía muy lograda (si bien resulta algo genérica
dentro de los cánones habituales del terror moderno), la historia
que se nos plantea es una excusa pura y dura para buscar el shock
y la incomodidad de forma constante, lo cual es de agradecer en un
festival de trabajos de género, pero deja cierta sensación de haber
desperdiciado una oportunidad para haber ido un poco más lejos. Al
final queda en una historia vacua, gratuita y tan obsesionada con
provocar que olvida su verdadero potencial.
La noche la cerró uno de los cortos
más potentes que hemos podido ver hasta el momento en esta
decimonovena edición del Fantosfreak, una salvajada en toda
regla, pero no por violenta o sangrienta, si no en su plano
psicológico. Baghead es uno de esos cortometrajes que
hay que ver sin saber nada, sin ningún tipo de referencia previa.
Una trama durísima, confusa hasta su primer giro, un drama con
componentes de terror sobre el dolor, la tragedia y la venganza.
Destacable por encima de los demás apartados resulta su diseño de
producción, si bien hay que hacer mención especial a la excelente
dirección de actores y a su idónea fotografía. Un cortometraje
cuyo éxito radica en su capacidad de atacar sensaciones y
pensamientos primitivos y despertar nuestro oscuro deseo de venganza,
tal y como lo hacen subgéneros como el rape & revenge.
Una pequeña joya que hay que disfrutar.
Y, con ese dulce regusto que deja una
venganza bien ejecutada, encaramos una noche más el camino a casa,
pensando en qué 11 maravillas nos tendrán preparadas para la última
noche de cortometrajes a competición de nuestro adorado Fantosfreak.
Porque cada noche nos vamos con la misma sensación: de querer más y
más.
¡Larga vida al Fantosfreak!
Óscar Lladó
@SlasherOz
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