jueves, 19 de julio de 2018

Crónicas Festivaleras: Fantosfreak - Día 3


Hay un fenómeno que me apasiona especialmente del Fantosfreak: ver como la gente se aprende la letra de los spots y los canta a pleno pulmón. Es algo progresivo: la primera noche son risas, la segunda se cantan los estribillos, la tercera se suman las frases más reconocibles y a la cuarta ya hay más de uno (y más de diez) que la canta de principio a fin y a pleno pulmón. Es una de las maravillas de este festival tan especial. Lo doblemente gracioso es que este año las frases más reconocibles son del calibre de “Isabel Coixet nos suda to’l coño”. Un espectáculo, oigan. Y las caras de los abueletes escandalizados más todavía.

La tercera noche de festival comenzó fuerte, con la comedia Psycho Kino, cuyo realizador Guillem Dols hizo acto de presencia para presentar su trabajo ante las casi 2.000 personas habituales de cada sesión. ¿Alguna vez os habríais imaginado a un director de películas snuff pasando por una crisis artística? Pues eso nos plantea Psycho Kino: un trío de personajes (y un cuarto que, más que un personaje, es un recurso humorístico), dos de ellos secuestradores y otro víctima del secuestro. El plan para el hombre cautivo es claro: pelarlo de la forma más espectacular delante de la pantalla. Pero el guion no es lo suficientemente bueno, así que deciden retrasar el rodaje una semana con tal de reescribirlo. Lo que no se imaginaban era que, con el paso de los días, acabarían cogiendo cariño a su víctima. Un guion ingenioso, nada destacable en sus apartados técnicos. Correcto y entretenido.


Si en la crónica de la segunda jornada señalábamos que es habitual ver trabajos colectivos provenientes de escuelas de cine o diseño en la parrilla del Fantosfreak, en esta tercera jornada nuestra afirmación quedaba confirmada. Un nuevo trabajo de una escuela de VFX, Oculus Malus, era la encargada de seguir con la programación. Una simpática comedia en que un doctor nos explica su revolucionario invento: unas gafas para ver a los seres diminutos e invisibles que nos hacen la vida imposible, visualmente muy lograda gracias a la sabia decisión de usar un formato de mockumentary que rebaje los niveles de exigencia.

Nic Alderton repitió selección y presencia en el festival un año más, presentando una nueva entrega de su trilogía de cortometrajes The Albion Tales. En esta ocasión vino presentando Health, Wealth & Happiness, entrega que consideró la más relacionada con el terror de toda la trilogía. En ella, bajo su habitual y delicadamente trabajado envoltorio, se nos presenta la historia de un atracador que ataca a la mujer equivocada. A pesar de que el giro se vea venir, su tramo final resulta de lo más asfixiante… nunca mejor dicho. De nuevo, un trabajo que impacta en su apartado visual, más teniendo en cuenta los bajos presupuestos con los que trabaja el realizador, ofreciendo siempre un resultado sumamente profesional.




Las chorraditas simpáticas siempre son bienvenidas en las sesiones de cortometrajes, y más cuando provienen de Japón. Porque, ¿Qué hay más japonés que los kaiju? Y es que Koala: The King of Monsters nos muestra a la bestia más feroz, destructiva y achuchable de la historia. Y no, no es un koala.

The Warehouse, la siguiente entrega en la sesión de la noche, es el clásico cortometraje atractivo en el plano estético pero que carece de interés alguno tras conocer su resolución. Cabe destacar también las interpretaciones de los personajes centrales, que terminan de dotar al trabajo de un aire profesional, pero su juego del despiste no funciona para los perros viejos. Sirve perfectamente como teaser para vender un proyecto de largometraje que ahonde más en los personajes y sus subtramas, pero tal y como está planteado, lamentablemente carece de interés ni impacto.

Mucho tiempo llevo leyendo y escuchando sobre The APP, el más reciente trabajo de Julián Merino protagonizado por un enorme Carlos Areces que demuestra, una vez más, que merece más papeles “serios” más allá de su más explotada faceta freak. Normalmente, las expectativas suelen condicionarnos negativamente, pero el hecho de esperar un producto totalmente diferente al que me encontré hizo que lo disfrutara aún más. Porque The APP y su imparable recorrido de festivales a nivel mundial tiene una explicación, y es su capacidad para participar en prácticamente cualquier tipo de evento: es una comedia pero con un fuerte componente dramático. Es llana y accesible pero a la par contiene una potente crítica hacia la ceguera propia de la era de la información. Tiene pulso, garra y ritmo. Y, por supuesto, está magníficamente interpretado y dirigido gracias a un equipo 100% profesional. Apostar por The APP es apostar por el caballo ganador.




¿Recordáis ese terror nocturno tan típico de “el monstruo del armario”? Pues yo, la verdad, no. Era más de acojonarme con el “monstruo de debajo de la cama”, pero en mi armario si cabía un monstruo sería un pequeño y entrañable ser. Lo del monstruo del armario es más propio de los americanos de las películas, viviendo en barrios residenciales, con habitaciones enormes y armarios cerrados por una puerta. Ahí sí que era comprensible que se acojonaran. Y para la protagonista de nuestro tercer corto, Third Wheel, parece que el terror infantil era algo más real que eso. Algo con cara, ojos, tentáculos y fluidos viscosos. Algo que necesita alimentarse. Un trabajo simpático pero que, debido a su brevedad y a la contradicción que supone el tono usado para todo el cortometraje contra el diseño de producción de la criatura, acaba pasando sin pena ni gloria.

Encarando la recta final de la noche llegaba a la pantalla Count your Curses, un trabajo de animación que nos plantea un mundo misterioso y extraño, con conserjes centauro, hadas con pinta de pederastas y espíritus domésticos. Con un humor muy particular, nos deja con una inesperada lección de vida y un muy buen sabor de boca.




Chris McInroy dirigió el que fue uno de mis cortos favoritos de hace un par de años: el divertidísimo, descerebrado y ultraviolento Death Metal. Por eso tenía tantísimas expectativas con su nuevo trabajo, We Summoned a Demon. En él, dos chavales intentan hacer un conjuro sacrificando a una gallina para convertirse en “tíos guays”, pero accidentalmente invocan a un demonio con sed de venganza. No podía esperar ni más ni menos de McInroy: vísceras, litros de sangre y una estética tan forzada como visualmente atractiva en un festín de gore y chistacos. Un despiporre más para la filmografía del realizador norteamericano.




En la pasada edición del Festival de Cinema de Terror de Molins de Rei hubo un trabajo de su sesión de cortometrajes que dio de qué hablar: Cauchemar Capitonné, más conocido entre los asistentes al evento como “el de la silla” debido a que el eje central de la trama es una “silla maldita”. Con una fotografía muy lograda (si bien resulta algo genérica dentro de los cánones habituales del terror moderno), la historia que se nos plantea es una excusa pura y dura para buscar el shock y la incomodidad de forma constante, lo cual es de agradecer en un festival de trabajos de género, pero deja cierta sensación de haber desperdiciado una oportunidad para haber ido un poco más lejos. Al final queda en una historia vacua, gratuita y tan obsesionada con provocar que olvida su verdadero potencial.




La noche la cerró uno de los cortos más potentes que hemos podido ver hasta el momento en esta decimonovena edición del Fantosfreak, una salvajada en toda regla, pero no por violenta o sangrienta, si no en su plano psicológico. Baghead es uno de esos cortometrajes que hay que ver sin saber nada, sin ningún tipo de referencia previa. Una trama durísima, confusa hasta su primer giro, un drama con componentes de terror sobre el dolor, la tragedia y la venganza. Destacable por encima de los demás apartados resulta su diseño de producción, si bien hay que hacer mención especial a la excelente dirección de actores y a su idónea fotografía. Un cortometraje cuyo éxito radica en su capacidad de atacar sensaciones y pensamientos primitivos y despertar nuestro oscuro deseo de venganza, tal y como lo hacen subgéneros como el rape & revenge. Una pequeña joya que hay que disfrutar.

Y, con ese dulce regusto que deja una venganza bien ejecutada, encaramos una noche más el camino a casa, pensando en qué 11 maravillas nos tendrán preparadas para la última noche de cortometrajes a competición de nuestro adorado Fantosfreak. Porque cada noche nos vamos con la misma sensación: de querer más y más.

¡Larga vida al Fantosfreak!

Óscar Lladó
@SlasherOz

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